HISTORIA NO CONTADAS DE PERSONAJES DE LA MÚSICA.
Una generación entera, esa que se pasmó con el tiro que se pegó Kurt Cobain en su casa de Seattle, la que vio los senos de Madonna apretujados por el corsé cónico de Gaultier y la que vio clarearse la epidermis de Michael Jackson en menos de tres años, dirá que «Lady Marmalade» es «La canción de Moulin Rouge«, cinta de 2001 dirigida por Baz Luhrmann. Los padres de esa generación, sin embargo, alegarán que la versión indiscutible del tema es la que el trío LaBelle incluyó en su disco Nightbirds en 1974.
La discusión es, en todo caso, inútil. Ambas versiones llegaron al primer puesto en Estados Unidos e incluso una intermedia, interpretada por las inglesas All Saints en 1998, hizo lo propio en el chart británico. El único desempate, pues, descansa en las predilecciones, siempre personalísimas. Pero la magia del «Gitchie, gitchie, ya-ya, da-da» es irrebatible.
Inserta en la prehistoria del disco funk, la joya concebida por el productor Bob Crewe y su compinche Kenny Nolan, referente a una prostituta que despacha en las callejuelas de Nueva Orleans, hizo que agrupación liderada por Patti LaBelle atravesara el cielo, pese a que tuvieron que matizar uno de los versos que le dan sabor a todo: «Voulez-vous coucher avec moi ce soir?«
En más de un show televisivo la proposición en francés de irse a la cama con la prostituta debió ser sustituida por una simplona y aburrida invitación a bailar. Las LaBelle, grupo en el que el joven Elton John participó como pianista de soporte, no diseminaban el escándalo por doquier. Ni siquiera Patti entendía el trasfondo lírico de «Lady Marmalade», pero muy pronto un grupo de monjas hizo palpable su malestar por las insinuaciones de la pieza. “Al inicio, pensamos que cantábamos sobre una chica que va caminando en la calle. Nunca reparé en algún otro significado. Éramos muy inocentes y yo muy ingenua”, comentó Patti a The Guardian.
Sin importar qué generación la elija, qué voces la invoquen o qué cuerpos la representen usando ligueros y corsés, la dama de mermelada es un personaje sin fecha de caducidad que alienta el desfogue y alimenta esas ganas de volverse una chica sexy, cachonda y libertina, una que se permite colgarse un ajuar inusual y que en la incitación encuentra un motivo. Nada que nuestros padres puedan reclamar. Ellos mismos cantaron en todo lo alto el himno juguetón, sin querer.
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