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lunes, 30 de diciembre de 2024

HISTORIA NO CONTADAS DE PERSONAJES DE LA MÚSICA.

Bryan Ferry, voz, leyenda y paladín del bien vestir, respondería las preguntas de cibernautas seleccionados. Un chico de apellido McScootikins quiso comprobar si el símbolo de Roxy Music era, después de tantos años, un hombre arrepentido: «Despreciaste la posibilidad de grabar ‘Don’t You (Forget About Me)’ para la banda sonora de la película de 1985, The Breakfast Club, y después de eso Simple Minds vendió más de un millón de copias en Reino Unido, además de ser número uno en Estados Unidos. ¿Por qué no la grabaste?«

Ferry formuló una respuesta corta que evitara que sangrase la herida: «Fue simple mal timing. Estábamos terminando mi disco solista Boys and Girls, el cual ya iba muy atrasado y no queríamos distraernos. Cuando el compositor Keith Forsey me envió el demo, ciertamente me pareció un hit».

Emulando a los casanovas que al ser rechazados por una chica, miran a su alrededor, detectan nuevos blancos y emplean el mismo método de conquista, Forsey llamó por teléfono al mandamás de Simple Minds, Jim Kerr, y liberó harta zalamería como si se tratase de su primera opción. «Soy un gran fanático de tu banda. ¿Qué tal si paso un par de días con ustedes? Tal vez podamos hacer algo», le propuso. Escéptico y reacio a recibir sugerencias creativas de entes ajenos a su grupo, Kerr toreó la cortesía y accedió a ir a una taberna, lugar con ruido y ambiente propicios en el que buscaría disparar la negativa sin dejar de disfrutar unos tragos y pasarla razonablemente bien. Su entonces esposa, Chrissie Hynde, le había pedido ser receptivo en el encuentro, pero en la mente de Jim no cabían concesiones más allá de un divertido descolgón al bar.

«Hicimos clic de inmediato en el pub y le dije… ‘Deberíamos ir a un estudio y tocar la melodía’. Es verdad que la maqueta no sonaba mucho a nuestro estilo, pero en la sesión con mi nuevo mejor amigo decidimos hacer un intento», contó Kerr. «Añadí el gran final ‘La, la-la-la-laaaa‘ porque aún no tenía letra, y le aclaré que escribiría algo, pero Keith se opuso por completo: ‘¡Sobre mi cadáver! Nos quedamos con eso’».

El olfato de Forsey fue fino como el de un sabueso y su inflexibilidad sobre el desenlace de la canción le abrió el cosmos a los Simple Minds: a partir de 1985 sus presentaciones en vivo abandonaron las medianías e incluyeron coros delirantes a la altura de los cánticos que retumban en los clásicos del fútbol británico. Desde aquel año en que el grupo de Glasgow lanzó «Don’t You (Forget About Me)» y saturó la programación de la radio y la MTV, el finale en directo con los monosílabos que Forsey exigió preservar cosecha palmas y gloria semejantes al «Ohhhh, oh, oh, ohhhhhh!» estrujante de Bono en “With or Without You» o al orgasmo sostenido en el “La, la, la, lalalalaaa, hey Juuuude» que Paul McCartney mantiene en sus conciertos como instante climático, resistiéndose a cerrar la lápida de The Beatles por completo.

El multitudinario Live Aid fue la primera muestra del magnetismo comunal del corte. En el momento en que los escoceses subieron a la tarima del Estadio JFK de Filadelfia, les miraron 99,000 testigos, y todos cantaron junto a Jim Kerr el hit creado por Keith Forsey y desdeñado por Bryan Ferry. Este último, por cierto, actuó esa tarde en el mismo evento, pero en el londinense Wembley. Ninguno de los cuatro temas de su actuación ante los ingleses desató una euforia comparable o siquiera cercana a un ritual de inmersión. Fue un show satisfactorio, promedio. Y ya.



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